El pasado viernes, a eso de las tantas, me enganché a la ceremonia de inauguración de los XXX Juegos Olímpicos. A pesar de haberme perdido la mayor parte de la ceremonia, disfruté mucho del momento e incluso llegué a emocionarme cuando la antorcha olímpica pasó de las manos del súper atleta Sir Steve Redgrave a siete jóvenes atletas que terminaron encendiendo el magnífico pebetero. Viva el deporte bien entendido, sano, respetuoso y sin violencia. Vivan las iniciativas que fomentan el trabajo en equipo, los atletas que se dejan el pellejo en la pista y mucho antes de llegar a ella. Y viva, sobre todas las cosas, la generosidad de todos los voluntarios sin los que todo este derroche de energía positiva no hubiera sido posible.
2 comentarios:
Pepe, no entiendo tu viñeta. jeje
... se lo diré a Gatoto, jajaja...
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