
Me pregunto de dónde sacan la paciencia los padres, dónde encuentran la tranquilidad suficiente para poder afrontar la educación de los hijos, esas pequeñas bestiecillas que, de un lado para otro, de rincón a esquina, de debajo de la mesa hasta el balcón, no paran de inventar y crear las más "originales" escenas de guerra jamás imaginadas; guerra, al fin y al cabo, puramente psicológica para los sufridores de los padres y todo aquel que ose interponerse en su camino, veanse los arriesgados docentes.