
Al grito de “La cultura es de todos” y “¡¡¡Un mojón muy
grande para las multinacionales discográficas!!!” he irrumpido esta misma
mañana, al más puro estilo Sánchez Gordillo, en unos grandes almacenes del
centro de Sevilla. Ya desde el primer momento me he convertido en el centro de
todas las miradas, sobre todo las de los dos “seguratas” que rápidamente han
enfilado sus pasos hacia mi posición, que se encontraba en la popular sección
de música actual, en todo el medio del departamento de música. Con los bolsillos
de la gabardina llenos de cedes y cinco discos de vinilo debajo de cada brazo,
he conseguido esquivarlos durante unos segundos pero, justo cuando estaba
apunto de escapar, cuatro guardas, como cuatro torres de castillo, me han
bloqueado la salida. Por más que les he repetido el eslogan con el que iniciaba
esta arriesgada misión, ése de que “La
cultura es ...”, me han hecho devolver todo y salir del establecimiento con
poco menos que un “¡¡no se te ocurra volver más por aquí, so enteraillo!!.
Arruinada esta primera empresa, he pasado al segundo punto
de la lista, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Allí, por unos días, se
expone el Guernica de Picasso. Tal vez sea por eso por lo que no me han dejado
pasar las tijeras que llevaba en el bolsillo de atrás del pantalón, pero,
bueno, aún me quedaban recursos. Me he dirigido directamente a la sala donde se
exhibía tan magna obra y, cortaúñas en mano, me he acercado al inmenso lienzo,
concretamente a la esquina inferior derecha y, una vez más al grito de “La
cultura es de todos”, me he dispuesto a cortarle un trocito del tamaño de los
típicos relicarios de santo pero ¡¡lástima!! justo cuando iba a proceder, una
autentica patada voladora, de patente china (que en estos casos si que suele
ser sinónimo de auténtica y verificada calidad extra), me ha bloqueado y
desplazado a casi cinco metros de la obra de arte, concretamente, y para ser
más exactos, fuera del recinto de la exposición.
No conforme con esta sucesión de fracasos, y sin perder el
ánimo en ningún momento, de camino a casa he pasado por uno de esos quioscos
donde la cultura está tan a mano que casi cuesta pagarla y, bueno, así lo he
hecho, he cogido dos tomos de un coleccionable de nuevos autores del siglo XXI,
una revista sobre punto de cruz y los tres últimos fascículos de “monta tu
propio Ferrari a escala real”. Como andaba tan concentrado seleccionando bienes
culturales, se me ha olvidado gritar el socorrido eslogan de “La cultura es
...” y tal vez haya sido por eso por lo que el dueño del puesto no se ha
percatado de mi hazaña hasta pasados unos segundos, tiempo suficiente como para
darme alcance y solicitarme de forma sutil, con la ayuda de un buen bastón de
madera de manzano, que soltara todo lo que, según él, acababa de robarle.
Todo esto me ha hecho pensar sobre el tema y me da la impresión de que
estoy un tanto equivocado al respecto. Tal vez haya gente que valore su trabajo
artístico e incluso intente vivir de él y, por tanto, espere algún tipo de
contraprestación a cambio del mismo y del trabajo que ha dedicado a su
consecución. A lo mejor, adueñarme de lo que no me regalan es robar.